Como toda hija de los 80, crecí viendo cerca de unas mil y dosmil veces las películas de MadMax que, invariablemente, pasaban los sábados en Canal 5. Si mi anciana memoria no me falla por lo provecta de mi edad, en la primer Mad Max asistimos al rompimiento de la familia tradicional (de Max) y sus nstituciones tradicionales (la policía a la que Max pertenece). La segunda película, hay una polarización de los «homosexuales malos», contra los «heterosexuales buenos». La tercera entrega (quizá la más fallida), Max se enfrenta ante un matriarcado con el que solo puede sobrevivir negociando. De tal forma que esta última entrega no es casual ni gratuita.
Dado que ya he dado demasiado tiempo para ver esta magnífica cinta de acción. (spoiler alert)Y es que tiene tantas sublecturas merece (al menos) una revisión.
Aunque Max es el primer personaje que aparece, en un plano, sirve para mostrar el pequeño imperio que, un patriarca con una temible máscara, ha construido, basado en la explotación de gas, guerra, y terror. La ciudadela explota mujeres, (concubinas y reproductoras), ordeñándolas como vacas para alimentar y sostener su ejército. También depredan y monopolizan los recursos de la tierra, y el agua, reduciendo a la población «inactiva» o anciana a la miseria. Los hombres jóvenes sólo nacen para conocer la violencia, en un mundo sin lugar para los débiles o la compasión, con el deseo de «morir gloriosamente en batalla y ser llevados al Valhalla de los guerreros».
Hasta aquí el discurso «ecofeminista» (si así puede llamarse) es muy claro: con la sociedad patriarcal, no sólo las mujeres pierden – es malo para todos, el medio ambiente incluido -, sino los propios hombres no criados en esta sociedad bélica son vistos como meras «bolsas de sangre»
Visualmente, es poderosa y sin problemas ni pretensiones, mantiene al espectador todo el tiempo aferrado a la butaca. Aunque me encontré críticas acerca del supuesto » innecesario adoctrinamiento feminista» de la cinta (por parte de los misóginos para los cuales «no es taaan buena cinta» o que «el feminismo le quita su atractivo»)
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