Enseñaba inglés en un colegio particular, desde el insoportable pollito-chicken, gallina-hen de los párvulos, hasta preparación de exámenes de otros alumnos más exigentes, y es que, como teacher, tenía alumnos de todas las edades, aunque, como es de imaginarse, el grueso del estudiantado eran los púberes; y de todas las clases, niñas fresitas de la ley del menor esfuerzo, hijos de papi mimados, becados pobres, obreros que necesitan el papel, aunque de todos modos seguía siendo un colegio caro.
Tenía un alumno (no recuerdo ni su nombre), particularmente desmadroso. Me caía muy bien, y de no haber sido la profesora, creo que hubiéramos sido los vándalos de la clase, mandados juntos a la dirección. Cierta vez, que estaba explicando las diferencias entre » his» y «hers» (posesivos del inglés), me preguntó, con total desenfado:
-Oiga Teacher, ¿y si es un homosexual?’– Quizá pensó que me turbaría o no sabría qué contestar.
Quizá ignoraba que en mi día, también fui estudiante, y joven, por lo que tuve la respuesta presta, la irreverencia, a flor de labios:
-Si es activo, «his». Si es pasivo, entonces «hers».
La clase porrumpió en una sonora carcajada.
Como era de esperarse, a fin de semestre, destripó. Y como era de esperarse, fue a rogarme que le diera «otra oportunidad» a la sala de maestros, donde revisaba unos exámenes. Era la tarde de un viernes y no había nadie más, todos se habían fugado a la playita.
-¿Pero qué estás haciendo aquí? No puedes pasar….-recuerdo que le dije.
-Es que, necesito aprobar este semestre, no puedo decir en mi casa que troné-Dijo muy angustiado
–Bueno, pues creo que eso lo hubieras pensado a mitad de semestre. Ya es muy tarde y ahora no puedo hacer nada por ti. Si me hubieras dicho, podía haberte dedicado más tiempo, quizá a domicilio y sin cobrarte nada…
-Pero es que si se enteran de que no ha servido la lana que han tirado en el curso…
-Pues sí que han tirado una lana, pero total, tendrán que enterarse algún día. Si quieres, puedo hablar con ellos, preparamos el examen y lo vuelves a presentar otro día…
–No-me atajó- debe haber una manera. Aquí y ahora.– En este momento, su mirada cambió de la del colegial temeroso a las promesas del amante.- Me tomó la mano, y le dió un giro a la conversación:
-Usted es preciosa. Enseña y enseña muy bien, pero en este semestre no me ha enseñado más que las piernas, y quisiera ver más. Usted tiene la culpa de que no haya aprendido nada.
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