El canibalismo es la conducta de alimentarse de miembros de la propia especie. Cuando se refiere a esta conducta entre humanos, se llama antropofagia.
Aunque sucede en forma más o menos regular en el mundo animal, y en especies tan disímiles como cocodrilos, tiburones, y de modo bastante frecuente entre arácnidos, (incluyendo escorpiones), mantis, perros y gatos, entre los humanos, aunque practicada en algunos grupos sociales, es considerada, cuando menos, un delito grave o síntoma de desequilibrio.
La propia Wikipedia se refiere a ella como » una práctica socialmente rechazada y legalmente sancionada (sic), los casos particulares en sociedades occidentales, actualmente se relacionan con situaciones extremas de hambre, criminales o personas con profundos problemas psicológicos». Aunque la versión en inglés de la misma fuente no es tan cerrada y admite que es aún practicada en Liberia, Congo entre otros, y especifica que, muchas veces no está tipificado como un crimen en E.U.A. y varios países de Europa (como el Caníbal de Rottermburgo puede atestiguar), regularmente se penaliza como asesinato y desecración de un cadáver.
Se trata de una sana costumbre que se ha practicado a lo largo de la historia y en todo el mundo, desde Europa, sobre todo España, Francia y Alemania, entre los orowai, tribus de Melanesia, Pacífico Sur, FIji, entre muchos otros. Una creencia común es que se practicaba como producto de una hambruna (o intención ritual). La verdad es que no siempre éra este el motivo, sino por lo que se denomina canibalismo gastronómico (!)
Por supuesto, nuestra nación tiene una larga y hermosa tradición en el canibalismo, como esa deliciosa receta ancestral del «pozole de carne humana» original; que fue sustituida prontamente con el cerdo por los escandalizados evangelistas españoles, o la costumbre de llevar sal a la guerra, con el propósito de conservar mejor a los prisioneros de guerra y tener una reserva para la familia. O más recientemente, el caso de José Luis Calva Zepeda, «»El poeta caníbal», quien redefinió el término de «comerse a su novia». Quizá el único ejemplo que pudo salir bien librado de la experiencia, ser readaptado a la sociedad e incluso ser una especie de celebridad es el japonés Issei Sagawa.
No obstante, en algunos casos, la «cultura occidental» tolera el canibalismo si es para salvar la vida propia, como el Sitio de Jerusalén (o de Tenochtitlán, o de Leningrado en 1930, la historia del asedio está plagada con capítulos del canibalismo) Donner Party o el caso del equipo de rugby del Vuelo 571 uruguayo.
En fin, los motivos del canibalismo son variados y no siempre comprendidos, no al menos bajo la «Lupa occidental». Siempre ha habido una fascinación por el tema, que ha inspirado seres de ficción como el propio Hannibal Lecter.
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