Vive sin Libros


Este artículo apareció el Diciembre 5, 2011 en la revista Letras Libres

¿Puede a estas alturas alguien creer que leer es bueno? Supone cambios drásticos en el humor, tiempo desperdiciado sin trabajar, experiencia de desdoblamiento, latidos del corazón elevados, insomnio, gastos superfluos, menos espacio en la casa. En fin que se trata de un vicio al que es difícil mantener y que produce maridos que llegan a casa borrachos de Moby Dick o Vargas Llosa y se vuelven entes insoportables, dicen sus pobres esposas, e individuos violentos capaces de hablar del capitán Ahab por hora y media mientras la mujer les dice, en el rincón y hecha un mar de lágrimas: “¡Ismael, por favor, ya no más!”

Con tristeza puede verse a jóvenes evadir la realidad mientras leen un libro tras otro y luego caminar por las aceras a altas velocidades, embriagados de Cortázar y vomitando conejos en las esquinas. ¡Pobres muchachos los nuestros, terrible época en que les ha tocado vivir donde se publica un libro cada medio minuto y donde es posible bajar novelas por internet, invento del demonio que ha puesto ésa y otras depravaciones al alcance de cualquiera!

Lamentable cáncer la literatura. Preparatorianos talentosos, futuros ingenieros en sistemas, posibles administradores de empresas, que un día descubren el espejismo de los libros y deciden estudiar Letras o volverse poetas. Con los años, los observo mendigando en las redacciones de los periódicos: “Me da una errata que corregir, por el amor de Dios”.

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Penélope


Ulises (Odiseo), rey de Itaca,  fue a pedir la mano de Helena de Troya. Cuando vio que la competencia era mucha, se conformó con su prima, Penélope, también hermosa, no obstante, no tanto como  Helena.

Nomás tener a su hijo Telémaco, Ulises es llamado a la guerra de Troya. Para no ir, finge demencia, pero es descubierto. A él se le ocurre, entre otros brillantes ardides,  la táctica y estrategia del Caballo.

Pasa 10 años fuera de su hogar durante el asedio y caída de Troya, y por cegar al cíclope antropófago Polifemo, es maldecido por los dioses, por lo que  naufraga durante otros diez años. Entre ese tiempo, se pasa un año retozando con singular alegría con Circe, y luego  otros tres (al menos) con Calipso, y las que se encuentra por allí (quizá Nausicaa); sin contar las prostitutas troyanas de quienes no se habla, pero están ahí.

¿Qué hace Penélope mientras tanto? El trono de ítaca es codiciado, y ella es obligada a escoger marido si no regresa el rey. Se pone a tejer la mortaja de Laertes, anunciando que cuando termine, elegirá esposo. Pero la desteje todas las noches. Van tres años de esto, cuando es traicionada por una de sus damas de compañía. Entonces anuncia que se casará con quien pueda tensar el arco de Ulises y apuntar a diez dianas. Sabemos lo que ocurre, un  decrépito mendigo logra hacerlo (Ulises disfrazado) y da muerte a los pretendientes que llevan años viviendo a costa del reino.

Penélope ha pasado a la historia como símbolo universal de fidelidad a toda prueba. Pero tal parece que la fidelidad es una cualidad femenina, unilateral. Se espera y aplaude en las mujeres, no se estima, mucho menos se aplaude en los hombres. Esta doble moral que nos aqueja es mucho más vieja de lo que creemos.

Hospitalidad Mexicana


La hospitalidad mexicana, en su sentido proverbial, es un invento del Departamento de Estado Norteamericano. El único feliz, por cierto, aparte de la idea de visitar basílicas, que se le ha ocurrido a dicho Departamento con respecto a México. Desde el momento de su concepción (o confección), no ha habido visitante oficial extranjero que no haga alusión a la «proverbial hospitalidad mexicana» en su primer discurso, y en el de despedida. Aquí cabe anotar que estos discursos tienen, aparte de dicha alusión, tres características comunes: la primera es que el que lo dice viene con gastos pagados por el Gobierno mexicano o por el suyo propio; la segunda es que los que lo escuchan, muy sonrientes y orgullosos, no han gastado un quinto en atender al invitado;y la tercera es que los vinos que se consumen en el banquete en que se dice el discurso, están fuera del alcance de la masa popular y han sido, sin embargo, pagados por la misma.
-Jorge Ibargüengoitia

Farabeuf


«-Fotografiad un moribundo, y ved lo que pasa. Pero tened en cuenta que un moribundo es un hombre en el acto de morir y que el acto de morir es un acto que dura un instante, y que por lo tanto, para fotografiar a un moribundo es preciso que el obturador del aparato fotográfico accione precisamente en el único instante en el que el hombre es un moribundo, es decir, en el instante mismo en que le hombre muere».

Farabeuf

Al empezar a leer Farabeuf, de Salvador Elizondo, mis dos inquietudes, eran, por supuesto, qué habrá hecho la persona de la fotografía, para que los chinos, con su marcado gusto por los tormentos, después de amputarle los senos, se empeñaran en serrucharle una pierna. Recordé esa vieja tortura (Leng T’ché o de los Cien Pedazos), donde los van cortando por pedacitos, en una agonía que puede extenderse durante días enteros.

Pero ante todo, el porqué  el desencajamiento de su rostro, tan indiferente e incoherente de su situación, mirando al cielo, quizá, efecto del opio que les administraban para evitar que el shock doloroso los hiciera morir prematuramente.

El torturado, comenta Bataille en Las Lágrimas de Eros, es Fou Tchou Li, asesino del príncipe Ao Jan Ouan, en 1905. Originalmente, y según las leyes chinas del momento, su pena debería haber consistido en la hoguera; pero las autoridades consideraron este castigo como excesivamente cruel e inhumano y decidieron, paradójicamente para nuestra mente occidental, darle coup de gráce y  «rebajarlo» al descuartizamiento en vivo.

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La Gata, Shozo y sus dos mujeres


El libro empieza con una carta. Es una petición de Shinako (la ex esposa de Shozo) a la joven Fukuko, quien, además de ser la nueva pareja de Shozo, viene siendo su prima y única heredera de un negocio familiar, malcriada, consentida y sin responsabilidades, auspiciada por la propia madre de Shozo, para asegurar el bienestar económico de su vástago, que, dicho sea de paso, no sabe hacer nada.

Shinako no le pide nada a la nueva consorte, excepto que le ceda a Lily, la gata cuyas responsabilidades compartía, excusándose porque se siente muy sola, y ella en cambio le cedió al marido

Shozo es un treintón acomodado que vive sin trabajar, a costa de las rentas de su nueva y flamante esposa, la joven pero rebelde e indiscliplinada Fukuko. Shozo tiene también  a Lily, una exquisita y exótica gata de raza tortoise shell que es su adoración y que lo ha acompañado 10 años de su vida.También está  Shinako, su industriosa ex esposa a quien Shozo echó de la casa, y quien está obsesionada en quedarse al animal para mantener el vínculo emocional con el esposo.

Esta exquisita novela, de un gran amante de los gatos, Junichiro Tanizaki, constituye ,no sólo una caricatura de la sociedad japonesa, donde coexisten personas capaces de arruinar su vida por una gata. Tanizaki es también un gran observador de la psicología no sólo de los gatos, sino también de sus amos.

Chesire Cat


– Pero es que a mí no me gusta tratar a gente loca – protestó Alicia.
– Oh, eso no lo puedes evitar – repuso el Gato- . Aquí todos estamos locos. Yo estoy loco. Tú estás loca.
– ¿Cómo sabes que yo estoy loca? – preguntó Alicia.
– Tienes que estarlo afirmó el Gato- , o no habrías venido aqui.
Alicia pensó que esto no demostraba nada. Sin embargo, continuó con sus preguntas:
– ¿Y cómo sabes que tú estás loco?
– Para empezar -repuso el Gato- , los perros no están locos. ¿De acuerdo?
– Supongo que sí – concedió Alicia.
– Muy bien. Pues en tal caso – siguió su razonamiento el Gato- , ya sabes que los perros gruñen cuando están enfadados, y mueven la cola cuando están contentos. Pues bien, yo gruño cuando estoy contento, y muevo la cola cuando estoy enfadado. Por lo tanto, estoy loco.

El Pequeño Nicolás


Quizá muchos no lo conocen en las américas, pero El Pequeño Nicolás es una serie de libros dedicados a los lectores más jóvenes, escrito por el genial René Goscinny (ridículamente célebre  por Astérix y Obélix y Luky Lucke) y dibujado por el celebérrimo Sempé, que ha ilustrado libros para autores como Patrick Süskind, por decir algo.

Yo recuerdo con mucho cariño las singulares aventuras del pequeño engendro galo, que hacía las delicias de chicos y grandes(eran varios libros: El Pequeño Nicolás, Las vacaciones del pequeño Nicolás, Los amiguetes del Pequeño Nicolás, etc) Generaciones enteras de primeros lectores francófonos recuerdan con cariño las peripecias, aunque la película del 2009 pasó olvidada olímpicamente por las salas de cine mexicanas (¿qué pasó Cinemex y Cinemark? Luego no anden chillando con comerciales cursilísimos que la piratería les gana terreno…)

Si quieren pasar un rato de sano humor francés, les recomiendo que la busquen. Y si tienen niños pequeños, busquen los libros, Alfaguara tiene una buena edición

 

Amistad


«Hemos oído decir que Legolas llevó consigo a Gimli, hijo de Gloin, por causa de la amistad que los unía, más grande que ninguna otra habida entre Elfo y Enano. Si es esto verdad, es por cierto muy extraño: que un Enano estuviera dispuesto a abandonar la Tierra Media, o que los Eldar lo recibieran, o que los Señores del Occidente lo permitiesen. Pero se dice que Gimli partió también por deseos de volver a ver la belleza de Galadriel; y es posible que ella, poderosa entre los Eldar, hubiera obtenido esta gracia para él. Más no puede decirse acerca de este asunto.»

-AmApéndices sobre el Pueblo de Durin

Fallece Agota Kristof


Leo. Es como una enfermedad

-Agota Kristof

La novelista de origen húngaro, nacionalizada francesa  Agota Kristof falleció en su casa de Suiza a la edad de 75 años, informó la agencia de prensa húngara MTI informó el miércoles.
«A la edad de 75 años, Agota Kristof murió en su casa de Neuchatel en la noche del martes», informó, citando a la familia de la escritora.
Nacido en Hungría en 1935, Kristof dejó su país de origen en Suiza en 1956 después de una revolución anti-soviética

que fue brutalmente reprimida por los militares.

Escribió 23 libros en francés, aunque sólo nueve fueron publicados. En la década de 1980, logró el éxito en el oeste de Europa, con «Le Grand Cahier» (The Notebook), que se compara favorablemente con revisores de la talla de Samuel Beckett y Eugène Ionesco.
Su trabajo, que a menudo se referían a temas de la posguerra, fue traducido a una docena de idiomas, incluyendo su lengua materna.
Ella dejó de escribir en 2005, poco después del lanzamiento de su autobiografía.

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