«Realmente, Eris es una diosa de temer.»
–Eurípides
Muchas personas tienden a creer erróneamente que la frase «Manzana de (la) Discordia» se refiere a aquella disputa edénica donde Eva (y posteriormente Adán) al codiciar ser dioses, intentaron independizarse del Todopoderoso, con terribles y archiconocidas consecuencias para nosotr@s. Sin embargo, no hay referencia bíblica de que el fruto del árbol del Conocimiento del Bien y del Mal fuera una manzana (yo, por ejemplo, más bien creo que se parecía a un membrillo)
Los orígenes de la frase, no obstante, debemos buscarla en la mitología griega. Concretamente, en el Proemio de la guerra de Troya. En las bodas de Peleo y la diosa Tetis (futuros padres de Aquiles, sí, el de los pies ligeros), hubo una que no fue invitada (Eris, la Discordia) , hermana de Ares, debido a su naturaleza caótica.
Para vengarse, Eris crea una manzana de oro, con una inscripción: Kallisti «para la más bella». Tres diosas eran tan vanidosas que riñen entre sí por el galardón; Hera, Afrodita y Palas Atenea. Ninguno de los dioses quiere intervenir, ni el mismo Zeus, pues teme incomodar a cualesquiera que sean las perdedoras, pues bien sabe que no hay cosa peor que pleitos de viejas.
Designan al primer incauto, un juez humano, a Paris, quien ese entonces desconoce sus nobles orígenes y era un simple pastor de cabras, pero ya dueño de una belleza célebre, incluso entre las diosas.
Todas aparecen de golpe ante el sorprendido Paris, quien enceguecido por tanta belleza, les ruega se presenten una por una. Entonces, cada una intenta seducir y sobornar con un regalo a cual más espléndido al joven juez , si él las declara ganadoras del certamen. En primer lugar, Hera ofrece la corona del mundo (que nos recuerda la ocasión en que Satán tentó a Jesús en las almenas del templo, ofreciéndole todos los reinos sobre la Tierra), en segundo lugar Atenea propone darle una sabiduría como la del mismo Zeus (ahh, otra vez aspiramos a ser dioses).
Finalmente, Afrodita le ofrece lo único que puede ofrecer, una mujer cuya belleza sólo es comparable a la propia, una belleza divina, sin leerle, como de costumbre, las letritas de hasta abajo, donde se mencionaba que se trataba de una mujer ya casada (sí, Helena de Troya)
Es una historia repetida hasta la extenuación, de modo que sabemos cómo terminó el juicio, y sabemos quién fue la ganadora, protegiendo hasta de la misma muerte a su benefactor, y todo lo que hicieron las resentidas perdedoras con tal de perjudicarles, lo que llevó a la invasión y caída de Troya tras diez largos años de asedio.
Eris, hermana de Ares, dios de la guerra, tiene métodos de trabajo igualmente mortíferos, pero como cabe esperar en una mujer, más … sutiles, de modo que, hasta nuestros días, podemos ver su influencia en cada envidia o rivalidad, en cada desacuerdo o pelea, su furia temida y respetada por los propios Olímpicos quienes a toda costa evitaban tener trato con ella.
Ilustraciones : El juicio de Paris, de Anton Raphael Mengs. Eris, fotomanipulación de Mattew Bellamy
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